MANUEL RODRÍGUEZ PASCUAL
Dr. en Veterinaria.
Estación Agrícola Experimental. CSIC. León.
Veterinario e ingeniero técnico agrícola, desde 1972 trabaja como titulado técnico en el Centro Superior de Investigaciones Científicas con destino en León. En relación a la ganadería extensiva, trashumancias, vías pecuarias y agricultura tradicional, ha publicado tres monografías en colaboración con el profesor Gómez Sal: ‘Pastor y trashumancia en León’, editado por Caja España; ‘Cuadernos de la trashumancia. Número 3, Montañas de León’, editado por Icona, y ‘Cuadernos de la trashumancia. Número 17. Pernía, Páramos, Alto Campoo’, editado por Icona.
También el libro ‘Trashumancia, cultura, cañadas y viajes’ editado por Edilesa. Sobre esta misma temática, ha colaborado en una decena de libros y volúmenes colectivos.
En este ambiente de desesperanza que nos invade por el tema del mantenimiento de la montaña, voy a intentar exponer las ideas que he recogido durante muchos años de trabajo en estas zonas centrándome, dentro de la Cordillera Cantábrica, en la zona meridional, la montaña de León y la montaña del norte de Palencia, la zona pobre de la Cordillera Cantábrica.
Las actividades ganaderas han sido durante siglos la principal fuente de riqueza de los pueblos asentados en la Cordillera Cantábrica. Esto es una obviedad por la existencia de amplias superficies de pasto sin otra utilización posible. La agricultura, siempre de autoconsumo, estaba
supeditada a pequeñas parcelas de las laderas de solana donde se cultivaba el escaso cereal panificable -trigo, centeno-, y a las zonas próximas a los pueblos donde se cosechaban algunas legumbres, hortalizas y patatas. Alo largo de los siglos, los habitantes de estas zonas de la Cordillera Cantábrica fueron encontrando las técnicas más adecuadas para cada ambiente por el simple método de prueba y error, que más tarde se convertían en rutinas que se transmitían de padres a hijos y se incorporaban al rico acerbo popular. De esta forma, supieron encontrar hace siglos el equilibrio entre la explotación de los recursos -los prados, los pastos, los bosques y las tierras de cultivo- y la conservación del medio natural. Fueron capaces de alcanzar por la vía empírica la producción sostenible de la que tanto hablan los economistas y los ecólogos. Y se convirtieron sin pensarlo en los mejores conservacionistas, porque por su experiencia sabían que cualquier exceso o agresión desmedida al medio lo pagarían con el hambre o la emigración.
Aún hoy, a pesar de los cambios acaecidos en las últimas décadas, es imposible ignorar el papel desempeñado por la ganadería en estas zonas montañosas. Los paisajes y ricos ecosistemas que tanta admiración suscitan al foráneo que se acerca a la Cordillera Cantábrica y a sus espacios naturales, como es el caso del Parque Nacional de Covadonga y de Picos de Europa, son el fruto de la actividad de muchas generaciones de ganaderos y pastores que, desafiando un medio físico duro y adverso, consiguieron modelarlo y domesticarlo mediante una serie de rutinas, algunas todavía vigentes en nuestros días.
Sin duda, una de las bases firmes para alcanzar este equilibrio, que se mantuvo relativamente estable hasta los años 60 del siglo XX, fue la fuerte organización comunal. Por experiencia, se sabía que en los ambientes difíciles de montaña un hombre solo no es nada y precisa la colaboración de los demás. Esto implicaba una fuerte cohesión social; por eso una gran parte de las actividades ganaderas se hacían siempre en común. Basta recordar instituciones vigentes hasta hace muy poco como las veceras, las hacenderas, los concejos, las derrotas e incluso las hilas.
Existía un código de ley reflejado en unas ordenanzas concejiles que se revisaban periódicamente en el concejo público. Todos las acataban y el que no lo hacía era sancionado. En Cantabria, por ejemplo, las ordenanzas de 1589 regulaban el aprovechamiento de los pastos comunales de la Hermandad de Campoo de Suso y las de 1743 la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga. Otra de las características de los sistemas tradicionales era la ganadería rústica y diversificada. En estos ambientes tan cambiantes, afectados por las fuertes variaciones en altitud, pendiente, orientación, clima, suelo y hasta vegetación, existían, para una utilización correcta, una ganadería rústica y diversificada en cuanto a especies, teniendo asignada cada una su lugar adecuado.
La rusticidad la proporcionaban las razas autóctonas, muy bien adaptadas al medio, de baja producción pero con pocas necesidades nutritivas. Así los puertos y las zonas altas de la Cordillera, sobre todo en las zonas más meridionales, se arrendaban a ganaderos foráneos que las utilizaban con ovejas merinas durante el verano. Las rentas que producían eran, y aún lo son, una fuente importante de ingresos para los pueblos propietarios con los que hacía frente a sus gastos comunales. Incluso en Cantabria, los puertos de Híjar encuadrados en la citada Hermandad de Campoo de Suso, con capacidad para más de 4.600 ovejas, fueron arrendados tradicionalmente a merineros extremeños hasta el año 1986, prácticamente hasta nuestros días. Por su parte, las ovejas concejiles aprovechaban los pastos de la vega de mayor pendiente y más alejados del pueblo, pero separados de las merinas; las cabras ocupaban las zonas del matorral más denso y los montes aclarados, y las yeguas los pastos más vastos y duros siguiendo siempre la línea de fusión de la nieve. Por otro lado, las vacas iban a las zonas más llanas y de menor pendiente de los puertos y pastizales comunales, así como los prados próximos a los pueblos, sobre todo en otoño cuando se abrían las derrotas. La posición de las diferentes especies variaba a lo largo del año en función del clima y del pasto existente.
En relación al vacuno, haciendo referencia a la montaña leonesa, hay que destacar a la raza mantequera leonesa, así denominada por la gran cantidad de grasa que contenía su leche, hasta un 8 o un 10% en los concursos oficiales, aunque de escaso rendimiento lácteo. La leche de esta raza y de sus cruces con la tudanca fue la base de la producción temprana de mantequillas de calidad. Cabe recordar que en 1888 Francisco Sierra Pambley, -abanderado de la Institución Libre de Enseñanza en Villablino-, fundó la primera escuela profesional de España de industrias lácteas y que 1891 ya había nueve fábricas de mantecas repartidas por toda la montaña leonesa.
En Cantabria es preciso citar a otra vaca emblemática, la vaca pasiega, con una producción media de 6 litros y un 7% de grasa, que fue la base para la elaboración de mantequilla y queso en las villas pasiegas. Con ella se realizaba un pastoreo itinerante ascendente, mudas de cabaña en cabaña para aprovechar los prados próximos para, en invierno, retornar de nuevo a la cabaña vividora que estaba en el fondo del valle. A mediados del siglo XIX, los emprendedores pasiegos desplazan sus vaquerías alrededor de capitales como Santander, Bilbao, Zaragoza o Madrid y se constituyen los principales abastecedores de leche fresca de estos grandes núcleos. En su afán de producir más leche, los pasiegos ensayan ya en 1870 el cruce de la vaca pasiega con la suiza y la holandesa, apreciando las excelentes cualidades lecheras para este tipo de producciones. Empezarán las importaciones, la primera en 1892 en San Roque de Riomiera, que acabará absorbiendo a la vaca pasiega en todo su entorno. Posteriormente, estos pasiegos se especializarán en la importación, recría y aprovisionamiento para el resto de España de las vacas holandesas.
En la montaña leonesa, a principios del siglo XX, la mantequera leonesa fue sustituida en la comarca de Riaño por la tudanca, procedente de Santander. Esta vaca, muy rústica y nerviosa, era algo mejor lechera que la mantequera leonesa y tenía además un buen mercado como yunta de labor en Tierra de Campos. A partir de los años 40, por presiones del mercado que exigían un incremento en la producción de leche, la mantequera leonesa y sus cruces con la tudanca serían absorbidas a su vez por la parda alpina de doble actitud: carne-leche, con excelente rendimientos y con buena adaptación a las zonas de montaña, ya que procedía de las zonas montañosas del norte y del centro de Europa. En la actualidad, la tudanca se conserva con interés en Cantabria, mientras que la mantequera leonesa se da prácticamente por desaparecida. Triste fin para una raza que se ha extinguido sin apenas haber sido estudiadas sus cualidades y que, convenientemente mejorada, podría haber servido de base para la utilización de amplias superficies de pasto de la montaña degradado y de baja calidad.
Otra característica es la utilización cuidadosa de los recursos. En los sistemas tradicionales, raramente se abusaba de ellos, aunque algunas veces sí hubo actuaciones indebidas, más por hambre que por otra cosa. La carga ganadera de los pastos de los puertos, por ejemplo, estaba siempre ajustada de acuerdo con la experiencia, y se sabía que una sobreexplotación o utilización inadecuada con especies no recomendables ocasionaría la pérdida del recurso. Se llegaba incluso al detalle de regular la conservación de los seles en Cantabria, lugares donde el ganado se crea de forma natural un hábitat protegido para sestear y pernoctar y que actualmente los ganaderos emplean para añadir la sal. Se explotaba, pero manteniendo cuidadosamente el recurso, ya que por conocimiento empírico se tenía la certeza de que cualquier abuso podría afectar a las generaciones venideras.
Otra de las características importantes, que nos va a servir para conocer cómo podemos evolucionar en el futuro, es la autarquía y la pluriactividad. La sociedad tradicional montañesa era autárquica, ya que vivía de sus propios recursos, debido en gran parte al aislamiento y la dificultad de las comunicaciones. La ganadería se complementaba con una pequeña agricultura de autoconsumo a la que se añadían los productos ocasionales de la caza y la pesca. En cada casa amasaban su propio pan y el vestido se fabricaba a partir del lino y de la lana de las ovejas.
Durante los cortos días del invierno, en los que no se podía trabajar fuera de casa, en los pueblos que disponían de bosques abundantes, como Valdeón y Sajambre, se fabricaban aperos de madera que se bajaban a vender a Tierras de Campos en largas carreterías. Posteriormente se regresaba con los mismos carros cargados con harina, aceite y vino, productos deficitarios de la montaña. Cuando a finales del siglo XIX los montes empezaron a ser gestionados por el Estado, ya no se podían hacer las talas y el comercio se dirige a la venta de yuntas de labor y a la producción de mantequilla. En otros casos, los habitantes obtenían ingresos adicionales trabajando de canteros, labrantes, carpinteros, o bien como pastores trashumantes. Otras veces, el exceso de población se canalizaba hacia la emigración a México y Cuba, e incluso los mejor dotados, hacia los seminarios religiosos.
Todo esto fue así hasta los años 60 del siglo XX, en que existe todavía una población relativamente alta que mantiene el equilibrio de los ecosistemas. Se utilizan todas las superficies y no queda un metro cuadrado sin segar o pastar. Con la llegada del desarrollo industrial de los años 60 y 70, gran parte de la población de la montaña emigra a las ciudades industriales y los que quedan abandonan paulatinamente los recursos. Primero las tierras de cultivo y después los pastos de altura peor comunicados. Hay un proceso general de intensificación y readaptación de las explotaciones ganaderas a la nueva situación. Desaparecen los pastores profesionales y con ellos los rebaños concejiles de ovejas y cabras, aumentando el vacuno más fácil de manejar. Las cabras son expulsadas de muchos pueblos por los gestores forestales, pues se las consideraba enemigas del monte y de las nuevas repoblaciones que imperaban esos años. Se produce también un retroceso paulatino de la trashumancia larga a Extremadura con el consiguiente abandono de los puertos y de los pastos de altura de más difícil utilización. En la montaña leonesa occidental esa disminución se vio en parte compensada por el fuerte incremento de una trashumancia más corta, trasterminancia, hacia las vegas y los nuevos regadíos
que se iban creando en el sur de la provincia.
Se asiste en estos años, -60, 70 e incluso 80-, a una simplificación de especies frente a la diversidad de antaño. Se sustituyen las razas vacunas autóctonas -la mantequera leonesa, la tudanca, la pasiega, la asturiana-, bien adaptadas al medio y capaces de utilizar grandes superficies de pasto con unos costes muy bajos, por otras más selectas como la parda alpina que utiliza zonas más restringidas, de mejor pasto y próximas a los pueblos; ya no suben a las brañas y las zonas más alejadas porque estas son vacas mucho más selectas. La tradicional diversidad de especies da paso al monocultivo lácteo aprovechando el tirón que ejercen las centrales lecheras y el precio de la leche. La parda alpina tiene unas exigencias y unas producciones mucho más elevadas de leche pero también unas exigencias nutritivas más altas, lo que obliga a una utilización importante de piensos que se compran fuera de la explotación. Ya no se utilizan sólo los recursos de dentro, sino que hay que empezar a comprar fuera.Los animales pasan más tiempo estabulados y se hacen más independientes del pasto. Por su parte, el pasto de las zonas altas se embastece rápidamente, aumenta el matorral como consecuencia de la baja carga ganadera y la carencia de ovejas y cabras. Los incendios proliferan por doquier cada verano, como todavía observamos en nuestros días; el medio rural empieza a degradarse a la misma velocidad con que los pueblos se abandonan. A lo anterior, hay que unir una política hidráulica nefasta, sobre todo en León, sin estudios profundos. En el caso de la montaña leonesa, se han inundado los mejores valles, los prados de siega más productivos, alterando el equilibrio ganadero y obligando al éxodo a los mejores ganaderos que por su experiencia y conocimientos eran necesarios para la utilización correcta del territorio. El año próximo hará 20 años que asistimos al trauma del cierre del pantano de Riaño. Se colocó en uno de los partidos judiciales más prósperos de la montaña, una localidad que estaba al nivel de Potes o de Cangas de Onís y que hoy prácticamente es un desierto demográfico. Todavía no nos hemos recuperado del trauma y sufrimos más aún porque vino de parte de políticas de gobiernos progresistas como era el que encabezaba Felipe González.
La consecuencia de todo ello es la desaparición de las formas tradicionales de producción y utilización de los recursos propios con modelos basados en la complementariedad. De esta forma, la actividad pastoral se reduce significativamente hasta los límites incompatibles con la conservación del medio natural, que es a lo que estamos asistiendo hoy. Por suerte, a partir de 1986 empieza la época de la ganadería sostenible, se produce la integración en la UE y varias directivas comunitarias, que culminan incluso con la PAC de 1992, dan la señal de alarma por los nuevos modelos ganaderos intensivos imperantes. En ese momento en España y en la UE, además de aumentar los excedentes de leche y mantequilla, se produce el abandono de los recursos naturales y la degradación del medio natural por falta de carga o cambios de uso, lo que acarrea la degradación y embastecimiento de los pastos, aumentos de matorral, incendios, erosión y pérdida de la biodiversidad. Se empieza a partir de entonces a considerar el medio ambiente como un factor más dentro del proceso productivo.
Actualmente, con el apoyo de la UE, de nuevo se vuelve la vista hacia los viejos sistemas extensivos. Cuando comienza a intervenir Europa se empieza a valorar lo que teníamos, la trashumancia, la trasterminancia y los movimientos locales que se producían como los pasiegos aquí y otros movimientos en otras zonas de la montaña. Esos sistemas extensivos fueron denostados por los teóricos de época pasadas, los consideraban anacrónicos; las primeras generaciones de ingenieros agrónomos y de ingenieros de montes decían que pertenecían al pasado y que había que hacer ganadería intensiva. Europa empieza a dar la razón a los que todavía teníamos esperanza en que se pudieran mantener los sistemas extensivos. Nadie pone ya en duda hoy que gracias a ellos ha sido posible la conservación de destacados ecosistemas como las dehesas extremeñas, los pastos de montaña y un sinfín de espacios naturales de gran interés.
Por otra parte, la recepción durante estos años de primas y subvenciones comunitarias al ganado, a los sistemas extensivos, han ocasionado una inyección positiva que está permitiendo que la actividad se mantenga a un cierto nivel, a pesar de su baja rentabilidad. Se ha hablado a veces de políticas equivocadas de la UE, pero si no hubiera sido por ese tipo de ayudas a la ganadería extensiva, no existiría. Tenemos que dar gracias a que estas políticas se mantienen a un cierto nivel porque Europa ha comprendido que es importante conservar esa ganadería extensiva y que las personas sigan en el pueblo para el mantenimiento de los recursos. Desde los años 80, la PAC se ha adaptado progresivamente a los objetivos de la sostenibilidad ayudando a la agricultura a desempeñar su papel multifuncional en la sociedad. Producir alimentos sanos y seguros contribuye al desarrollo sostenible de las áreas rurales y a proteger y mejorar las condiciones del medio ambiente y de su diversidad.
En este contexto de la reforma de la PAC nace y se desarrolla el reglamento de 1992 del Consejo sobre los Métodos de Producción Agraria Compatibles con las Exigencias de la Producción del Medio Ambiente y la Conservación del Espacio Natural en los que se incide especialmente en el tema agroambiental, la jubilación anticipada y la reforestación de tierras agrarias. En 1999, otro reglamento nace del Consejo sobre Ayudas al desarrollo del Medio Rural e impulsa aún más que los anteriores las medidas agroambientales para fomentar que los agricultores introduzcan o mantengan el uso de prácticas agrícolas compatibles con las crecientes necesidades de proteger y mejorar el medio ambiente, los recursos naturales, la diversidad genética y del suelo y de conservar el paisaje y el campo, decía en el artículo 31 de este reglamento. El artículo 1 establece el marco de las ayudas comunitarias a favor de un desarrollo rural sostenible. Dentro de estas ayudas agroambientales, el artículo 22 dice que se concederán ayudas para fomentar las formas de utilización de las tierras de interés agrario que sean
compatibles con la protección y mejora del medio ambiente, del paisaje y de sus características, de los recursos naturales del suelo y de la diversidad genética. También promoverá una extensificación de la producción agraria que sea favorable para el medio ambiente y la gestión de sistemas de pastoreo de baja intensidad. Estas políticas europeas, aunque parece que están distantes, se van acercando cada vez más a nuestras condiciones de sistemas extensivos.
Otro apartado dice que se fomentará la conservación de entornos agrarios de alto valor natural amenazados y el mantenimiento de paisajes y de los rasgos históricos de las tierras de interés agrario. Continúan las reformas en 2003 y 2004. Sólo me voy a referir a lo más reciente de la legislación, la normativa que afecta a la ganadería extensiva, el reglamento 1.698/2005 de 20 de septiembre relativo a la ayuda al desarrollo rural a través del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader). Este reglamento de 2005 determina la finalidad y el ámbito de intervención del Feader y prevé que se adapten a escala comunitaria estrategias de desarrollo rural para el periodo 2007-2013, con el objeto de fijar prioridades. Por otro lado, en la decisión del Consejo de 20 de febrero de 2006 sobre las estrategias comunitarias de desarrollo rural 2007-2013, se establece que estas directrices deberían reflejar el papel multifuncional que desempeña la actividad agraria en la riqueza y diversidad de los paisajes, de los productos alimenticios y del patrimonio cultural y natural en toda la comunidad.
En el anexo de la decisión del Consejo, se establece que la futura política de desarrollo rural, que nos va a afectar de forma inminente hasta 2013, se articulará en torno a cuatro ejes. El eje dos, el que más nos interesa, se refiere a la mejora del medio ambiente y del entorno natural y, entre otras actuaciones básicas, incluye fomentar servicios medioambientales y prácticas agropecuarias respetuosas con los animales, proteger los paisajes rurales y los bosques.
En Europa, gran parte del entorno rural más valioso se debe a la agricultura. La aplicación de prácticas sostenibles de gestión rural puede contribuir a reducir los riesgos asociados al abandono, la desertización y los incendios forestales, en especial, en zonas desfavorecidas. Los sistemas agrarios adecuados permiten preservar el paisaje, desde las zonas húmedas hasta las praderas secas y los pastos de montaña. En numerosas zonas, estos paisajes constituyen un elemento importante del patrimonio cultural y natural que contribuye a crear zonas más atractivas para vivir y trabajar.
Este resumen de la reglamentación de la UE pone de manifiesto que nuestra ganadería extensiva cumple perfectamente con todos los requisitos y podrían aprovechar perfectamente estas ayudas que muchas veces están hechas a su medida. Sin duda, la política social y medioambiental de la UE vuelve a poner cordura a nuestros sistemas agrarios propiciando la vuelta de una ganadería extensiva respetuosa con el medio ambiente, los paisajes y el hábitat generador de productos de calidad y que permiten fijar población. No obstante, estas medidas son muy interesantes pero deberíamos tener a gente que las defendiera en Bruselas. Hoy día, si no hay asociaciones fuertes y sindicatos que defiendan los intereses de los ganaderos, que estén luchando en Bruselas, estas cosas se dispersan. Crear asociaciones fuertes para que las montañas tengan representantes, con oficina abierta incluso en Bruselas, es fundamental porque si no hay negociación no se consigue absolutamente nada.
Con esta realidad que plantea la UE, ¿cuál es la situación actual? La situación de la vertiente leonesa, la que mejor conozco, quizá no difiera mucho de la que existente en otras zonas de la Cordillera Cantábrica. Se pueden sintetizar en los siguientes puntos:
1) Envejecimiento y despoblación. Si miramos a la montaña oriental leonesa la densidad de población de algunas comarcas es dramática, cercana al desierto demográfico. Por ejemplo, el municipio de Boca de Huérgano tiene 2,62 habitantes por kilómetro cuadrado; Posada de Valdeón 3,01; Burón 3,41; Puebla de Lillo, a pesar de la estación de esquí, 4,25 habitantes por kilómetro cuadrado. Si consideramos que es necesario un mínimo de 10 habitantes por kilómetro cuadrado para el mantenimiento del medio, las cifras anteriores están muy lejos de conseguir esos objetivos.
2) El individualismo. Frente a la gestión comunal, la solidaridad y los trabajos en común de épocas anteriores se ha pasado a un fuerte individualismo que a la larga va en contra de los intereses de los propios vecinos y ganaderos. Las cooperativas son escasas y existen pocas agrupaciones que canalicen los intereses de los montañeses. Las antiguas ordenanzas concejiles apenas se cumplen, no se actualizan y quedan sin vigencia.
3) La aculturación. Es preciso recuperar la cultura tradicional en relación al uso de los recursos, ya sólo en posesión de los más viejos, e incorporar a esa cultura tradicional todos los conocimientos científicos y técnicos actuales que se están generando en las universidades y en los centros de investigación. Es necesario mantener los pueblos vivos, con unos ganaderos que conozcan perfectamente el medio que manejan y que saben cómo trasformar el pasto en carne o leche. Debemos recuperar el orgullo que se tenía de ser montañeses y ser los depositarios de una de las culturas ganaderas más antiguas e importantes de España. Se ha discutido sobre la política de importar gente, para que continúe en la montaña gente foránea, pero eso es muy difícil. Se puede incorporar al sector de servicios, pero al sector ganadero es complicado porque se requiere personas muy imbricadas en el ambiente social, que conozcan muy bien los recursos y cómo mover el ganado por estas zonas, algo que sólo se puede aprender por experiencia.
4) Incremento de la explotación extensiva del vacuno de carne. Como consecuencia de la entrada en vigor de las cuotas lecheras por los graves excedentes, se produce una crisis profunda en los sistemas de producción láctea. La montaña no estaba adaptada a una producción intensiva y la leche producida deja de ser competitiva rápidamente debido a la dispersión de las explotaciones; las bajas producciones y los elevados costes del transporte. No se puede competir con las exportaciones del llano ni con las grandes explotaciones del centro de Europa con un clima benigno, productividades muy altas y con animales muy grandes por explotación. Esto obliga a los ganaderos a abandonar paulatinamente la producción láctea y a volver de nuevo la vista hacia la producción de carne de vacas nodrizas, la cría y la recría. Opción más adaptada a las condiciones de la montaña.
En la actualidad, según el último censo de diciembre de 2004, en la Cordillera Cantábrica en sentido amplio -Asturias, Galicia, León, Palencia, Burgos, País Vasco y Navarra- se localiza aproximadamente el 30% del censo nacional de vacas nodrizas de carne -aquellas que no se ordeñan y tienen más de dos años de edad-. Otro 58% se localiza en zonas de dehesa, en doce provincias de Castilla y León, Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura. Entre las dos zonas se concentraría casi el 90% de toda la carne de vacuno de España en sistemas eminentemente extensivos y basados en las razas autóctonas. En algunas comunidades autónomas de la cornisa Cantábrica como Asturias y Navarra, que eran eminentemente lecheras, el vacuno de carne empieza ya a predominar. En el caso de Asturias el 56,9% de las vacas ya son de carne y en Navarra el 58,6%.
Mientras que en Galicia y en Cantabria siguen predominando las vacas de leche, con 65,3% y un 60,8% de vacas de ordeño, respectivamente. En el conjunto de España la situación es que las vacas de carne van aumentando y da lugar a unas condiciones que no son muy favorables con respecto a otros países de Europa central y del norte. En el conjunto de España, un 65,4% del censo son vacas de carne, mientras que de ordeño a penas queda un 34,6%. Somos el país de la UE que más proporción de vacas nodrizas posee; el que más se acerca es Francia, que prácticamente tiene un equilibrio entre vacas nodrizas y de leche. En el periodo 1991-2004, el censo de vacas de carne en la Cordillera Cantábrica se ha incrementado un 77% y el censo de vacas de leche ha disminuido un 23%. Sin embargo, cosa curiosa, las producciones totales de leche se siguen manteniendo gracias a los incrementos de producción de las explotaciones que mantienen vacas cada vez con mejor genética y mejor alimentadas.En principio, en la montaña leonesa, el cambio hacia las vacas de carne se realizó con la raza parda alpina y su cruce industrial con otras razas de mayor rendimiento cárnico como es la charolesa y el limusín. Sin embargo, la producción de carne se está llevando a cabo de una forma anárquica, con cruces indiscriminados y caprichosos, sin ningún tipo de planificación y control de cubriciones. En el caso de León, la parda alpina con sementales de charolés, limusín, asturiana de los valles y otras razas sin tener el cuidado de mantener la pureza de la parda, que es la raza fundamental. De esta forma, en pocos años está desapareciendo la mejora genética alcanzada con esta raza en los últimos 50 años. A pesar de que León es la primera provincia por censo de la raza parda, actualmente es difícil encontrar ya en ferias buenas novillas para la mejora de la cabaña. En pocos años las orientaciones del mercado, los carniceros y asentadores hacia vacas que tuvieran un mayor rendimiento han conseguido barrer vacas que estaban perfectamente adaptadas. Por otra parte, este baile de razas y cruces es un grave inconveniente para alcanzar la necesaria homogeneidad racial y de lotes para una producción de carne de calidad que pueda ampararse en una denominación de origen y para ofrecer algo homogéneo y constante al mercado. También es necesario un cambio en la mentalidad de los consumidores que se podría llevar a cabo con anuncios para que acepten mejor las carnes rosadas y rojas de vacuno y de ovino criadas en pastoreo, pues es de mayor calidad, se produce a costes más bajos y genera grandes beneficios ambientales.
Otro de los inconvenientes que hoy existe es la deficiente gestión de los pastos de altura. Los puertos de altura, sobre todo los situados en las zonas más meridionales de la Cordillera, fueron mantenidos desde un tiempo inmemorial con una interacción secular del pastor y sus ovejas sobre el medio. Gracias a la trashumancia en León se han mantenido ecosistemas singulares de gran valor natural en equilibrio con otras partes del territorio. El pastoreo estival con especies adecuadas es el responsable, en buena medida, del mantenimiento de la diversidad de hábitats, de la riqueza biológica y del paisaje de calidad en la montaña.
En la actualidad, el descenso de la trashumancia y la no sustitución de los recorridos por otros más cortos como puede ser la trasterminancia, han provocado que en muchos puertos las ovejas se hayan sustituido por vacas, con diferente tipo de diente y comportamiento alimenticio. Esto hace, en muchos casos, que sólo utilicen las zonas más bajas y de menor pendiente dejando de utilizar las partes más altas, lo que produce una degradación generalizada del pasto y un aumento del matorral. Por otra parte, al realizar un pastoreo incontrolado, los animales tienen querencias hacia determinadas áreas donde se agrupan con insistencia produciendo graves acumulaciones de materia orgánica y la destrucción del pasto. Por el contrario, en la sociedad tradicional la utilización de los pastos y puertos estaba perfectamente regulada en las ordenanzas, de tal forma que cada especie y tipo de animal tenía asignadas unas áreas específicas con unas fechas de entrada y salida a las mismas.
La vigilancia era diaria por los veceros del manejo colectivo y el paso al individual hace que no se respeten las fechas de aprovechamiento, cada cual introduce su ganado cuando le parece. Los animales no tienen más límites que los del propio puerto y la ausencia de control del ganado los convierte en una especie de almacén donde el ganado pasa el verano y no molesta. El único manejo que se practica actualmente es subir al puerto cada ocho o quince días para comprobar si falta alguna res o está alguna enferma.
Todo ello, repercute rápidamente en la degradación del pasto y, a largo plazo, en la desestabilización y empobrecimiento. En pocos años estamos arruinando todo lo que costó siglos de trabajo y de cultura empírica y podemos entrar en un descenso rápido de la diversidad biológica de los ecosistemas pastorales que con tanto esfuerzo se crearon.
Estos efectos se acentúan cuando se introduce ganado foráneo de otras comunidades. Así, casi unas 8.000 cabezas procedentes de Asturias están ocupando los puertos de León, lo que ha provocado un incremento del precio de los arriendos. Lo más preocupante es que estos ganaderos son ocasionales o de segunda actividad, provenientes en muchos casos de reconversiones industriales o mineras a los que no les importa pagar cifras desmesuradas por el arriendo de los pastos. Son gente que tiene un poder adquisitivo muy grande, que pueden permitirse abonar mayores cantidades de dinero que los ganaderos de ovino trashumantes y trasterminantes, ejerciendo sobre esos pastos una competencia desleal en los arrendamientos. A ello colaboran muchas juntas vecinales deseosas de obtener sustanciosos ingresos. Es curioso, pero vas por Extremadura y te encuentras con cantidad de ganaderos de Cantabria y Asturias que se han unido para arrendar allí y no les importa pagan 3 ó 4 millones de pesetas por unos pastos. Pero no son verdaderos ganaderos porque detrás tienen el respaldo de unas fuertes pensiones que han ocasionado un grave deterioro de los precios de los arriendos. En muchos casos, el elevado número de cabezas por explotación, necesario para aumentar la baja rentabilidad, hace imposible la estabulación en la montaña por falta de heno y de instalaciones adecuadas y los ganaderos se ven abocados a aproximarse a Extremadura con elevados costes de arriendo de pastos y de transportes.
De igual forma, en los últimos años se está notando un aumento notable del ganado caballar, ya que exige pocos cuidados y puede permanecer solo en el pasto la mayor parte del año. Sería interesante discutir y aprobar unas nuevas ordenanzas para el siglo XXI en las que se contemple con detalle y a la luz de los conocimientos actuales la utilización más racional de cada puerto, especies más recomendables, época, utilización, manejo… También sería importante favorecer con arriendos a precios más bajos, quizá a largo plazo, que algunos puertos más sensibles se sigan utilizando con merinas, trashumantes o trasterminantes, para mantener o mejorar el pasto y como vehículo de una cultura específica de estos pueblos que tanto contribuyó a su bienestar y que merece la pena conservarse.
5) Otra característica importante en las zonas de montaña es el aumento del sector servicios. En las últimas décadas se está produciendo un crecimiento espectacular de las actividades económicas relacionadas con la hostelería, hoteles, restaurantes, casas rurales, balnearios y de turismo en general. Muchos hablan de turismo rural como una alternativa económica o la panacea para el desarrollo de la montaña, igual que la caza, los teleféricos o las estaciones de esquí… parece que son el último eslabón donde podemos agarrarnos. El turismo puede y debe ser en el futuro un complemento perfecto a la ganadería pero nunca un sustituto, ya que el mantenimiento de las actividades organizadas es indispensable para el mantenimiento de la montaña como zona viva. Si la ganadería desapareciera de estas áreas, además de los efectos catastróficos sobre el medio ambiente, el turismo vería seriamente comprometidas sus posibilidades de supervivencia.
Como consideración final, respecto a los nuevos retos en la producción animal extensiva en las zonas de la montaña ¿qué podríamos hacer?
1. Productos de calidad. Un gran número de ellos se encuentran amparados por las denominaciones de origen, que constituyen una garantía sanitaria y de calidad para el consumidor que permiten, a la vez, alcanzar un precio más elevado para el producto en el mercado. Respecto a las carnes de vacuno, han aparecido en la Cordillera Cantábrica durante los últimos años diferentes marcas de calidad como la Ternera Gallega, la Ternera Asturiana, la Carne de Cervera y en la montaña leonesa, por ejemplo, carne de Valles del Esla, Carne Montañas del Teleno etc… También carnes curadas como la cecina de León, cecina de chivo de Vegacervera, el botillo del Bierzo etc… van apareciendo cada vez nuevas marcas de calidad que el consumidor considera de mejor calidad y que puede comprar con garantía de todo tipo, con lo cual puede abonar un precio mayor y puede repercutir en el mejor mantenimiento de la ganadería extensiva. El mismo camino siguen otros productos como los quesos de Cabrales, el Gamonedo, el azul de Valdeón, el Picón, el Idiazabal, El Roncal etc… así como la mantequilla y otros productos de calidad producidos en la montaña como la miel y los orujos de Potes. Se trata, con esa denominación de, aparte de vender producto, vender paisajes y todo lo que está detrás de ello.
2. El aprovechamiento adecuado de los fondos de la UE, sobre todo los dedicados a medidas agroambientales, sociales y desarrollo rural que cada vez se acercan más a los sistemas extensivos y a las condiciones difíciles del territorio. La variedad de hábitats y de paisajes singulares vinculados a la ganadería extensiva va a seguir recibiendo importantes aportaciones económicas para su conservación y hay que estar ahí para captar dinero. También hay que referirse a otro grupo de directivas que establecen zonas de desarrollo sujetas a limitaciones o protecciones especiales que pueden obtener compensaciones económicas. En concreto, de las zonas de especial protección para aves, las ZEPAS, que en nuestro país ocupan 7 u 8 millones de hectáreas. E incluso dentro de las directivas, los LIC, Lugares de Interés Comunitario propuestos por el Ministerio de Medio Ambiente y las comunidades autónomas, que ascienden ya a 11,9 millones de hectáreas. Los LIC se concentran en los sistemas montañosos y en algunas cuencas pluviales además de en otros espacios naturales protegidos. Así que entre las Zepas y los LIC ocupan un 27% de la superficie nacional. Hay que estar especialmente vigilante a todos los proyectos que salen para el desarrollo de estas zonas, de ahí la importancia de tener gente que esté en las negociaciones manera directa en oficinas en Bruselas.
3. Mejoras técnicas en los sistemas extensivos de producción animal propiamente dichos, mejorar la producción y calidad de los pastos mediante técnicas de manejo, abonado o siembra y adecuación de los niveles de cargas ganaderas para evitar sobrepastoreo o subpastoreo.
4. En el apartado de razas autóctonas, programas de selección y mantenimiento de genotipos autóctonos, conservación de razas en peligro de extinción, evitar absorciones raciales indiscriminadas. Cuidar la eficiencia reproductiva, la agrupación de parideras en el caso del vacuno y el acortamiento de intervalo entre partos. Adecuación de tasas de reposición y control de la alimentación suplementaria de las reproductoras.
5. Mejorar las técnicas de producción que minimicen el esfuerzo del hombre y mejoren su productividad. Hoy los pastores no necesitan estar continuamente con el ganado porque hay GPS; hay que minimizar ese esfuerzo humano que se realizó durante siglos por otros sistemas de manejo mucho más eficaces. También es preciso desarrollar las instalaciones necesarias que faciliten el manejo del ganado en los tratamientos sanitarios, alimentación y reproducción.
6. En cuanto a la comercialización, campañas institucionales en pro de productos de extensivo; normalización de producciones, potenciación de la asociaciones fuertes que defiendan los intereses; implicación en los procesos industriales, no quedarse sólo en la producción sino que con cooperativas esos productos se puedan comercializar adecuadamente. También desarrollar marcas de calidad que vendan algo más de lo que hay detrás del producto, que vendan paisaje.
7. En cuanto al desarrollo rural y la diversificación de las producciones, búsqueda de alternativas ante las restricciones o cambios de orientación productiva que se están produciendo en Europa y procurar el mantenimiento de rentas adecuadas para la gente que se está quedando.
8. También es importante crear las escuelas de formación para ganaderos y pastores que, con una base científica actual, mantengan la tradición. Escuelas que den un título de formación profesional adaptado a las condiciones específicas de montaña. En general, una conservación de la naturaleza y hacer compatible la explotación animal con la conservación del medio ambiente y sus recursos. Durante siglos los pastores y ganaderos de la Cordillera Cantábrica se han enfrentado a un medio obstinado y difícil sacando provecho de las escasas posibilidades que ofrecía y generando paisajes singulares y equilibrados de gran belleza y armonía. Sin embargo, en los albores del siglo XXI, los sistemas ganaderos del pasado se derrumban sin piedad y sólo queda una ganadería uniforme de vacuno con algo de equino y ovino que campea a sus anchas por prados y pastos. La montaña se tambalea pues no encuentra una orientación firme y definitiva que la mantenga y la dé vida. En determinados periodos históricos, cuando parece que por fin ha orientado su rumbo, de repente, como en el caso de la leche, todo se desmorona y hay que empezar de nuevo.El abandono genera una degradación progresiva del paisaje y de la flora, que pierde diversidad. Sin embargo, después del gran sacrificio que han hecho generaciones anteriores, no debemos permitir que su huella se pierda para siempre. No pretendemos una vuelta al pasado, sino una modernización racional de las explotaciones en base a los sistemas tradicionales. Habrá que actualizar las ordenanzas de pastos a los nuevos tiempos; reorganizar la propiedad comunal y añadir mucho ingenio para dar soluciones a los problemas de las montañas haciendo posible un equilibrio entre la conservación y las nuevas necesidades de las explotaciones ganaderas modernas.
Es urgente y prioritario que jóvenes bien preparados, con una buena base cultural del pasado, debidamente apoyados por la Administración, se queden en estos valles y, con explotaciones modernas, viables y bien adaptadas al medio, sean el germen para una nueva generación que dé vida a la montaña.
No obstante, las soluciones no van a ser lineales y los habitantes del valle deberán completar los ingresos de la ganadería, tal y como se hizo en siglos pasados, con otros provenientes del turismo de calidad como guías de la naturaleza, alquiler de caballos para excursiones, elaboración de productos de calidad, recogida y envasado de hierbas aromáticas, miel, setas, artesanía de la madera o simplemente poniendo a disposición de los visitantes alguna habitación en aquella cuadra que ya ha dejado de utilizarse durante años. Sin embargo, para potenciar un turismo de calidad no sólo es necesario un medio natural intacto, paisajes bien conservados, pastores, ganaderías, sino también unos pueblos bien cuidados que mantengan en buen estado su arquitectura popular -casas, iglesias, ermitas, puentes, fuentes, hórreos, viejas sendas pastoriles, chozos, majadas…etc-. Solo en un entorno preservado y agradable es posible desarrollar con éxito las actividades complementarias con la ganadería. La explotación racional del medio puede propiciar que se mantengan habitadas estas zonas y que el hombre pueda vivir dignamente de sus recursos en un entorno privilegiado.