Opciones de futuro para la gestión de los recursos forestales en la montaña cantábrica

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RAQUEL GONZÁLEZ PELLEJERO
Grupo de Investigación Geografía Histórica del Paisaje.
Universidad de Cantabria.

opciones de futuro_0Llevo un tiempo largo dedicado al conocimiento de los aspectos de la Montaña Cantábrica y sobre todo al conocimiento de cómo se han manejado históricamente los recursos naturales.
Desde esta perspectiva, espero aportar algo a la clarificación de algunos de los aspectos que aquí se debaten con ardor. El tema que se me había propuesto era el de ‘Opciones de futuro para la gestión de los recursos forestales en la Montaña Cantábrica’. Veo realmente difícil plantear las opciones de futuro; lo que sí podemos plantearnos es el escenario en el que en estos momentos nos estamos moviendo y, además, plantearlo desde la perspectiva en la que os movéis mejor, la perspectiva de las iniciativas locales, de la política local, que a mi me parece clave para el desarrollo de todos los aspectos de la Montaña Cantábrica. En todo caso, es importantísimo tener en cuenta que no somos kamikazes ni estamos en medio de la nada, sino que formamos parte de un entorno muchísimo más amplio y que las políticas europeas y globales nos están dirigiendo, muchas veces incluso sin que seamos conscientes de ello.
El tema de los recursos forestales es clave en los espacios de montaña, aunque por lo general entendemos los recursos forestales de una forma muy reduccionista. España es un país en el que el bosque y lo forestal ha tenido siempre una importancia enorme, hasta el punto de que hemos hecho sinónimos bosque y monte y por lo tanto, casi hemos hecho sinónimo bosque-espacio forestal y espacio rural, sobre todo en los ámbitos de montaña donde los bosques eran una parte importantísima de ese conjunto. De ahí, cuando hablamos de recursos forestales es importante plantearnos que no son exclusivamente los madereros y así lo ha demostrado la historia.

Nosotros nos dedicamos a estudiar cuáles han sido los sistemas de gestión del pasado para ver cómo han funcionado y qué éxito o no éxito han llegado a tener. A veces da la impresión de que todo lo tradicional era rigurosamente bueno y de que todo lo actual es nefasto, visto desde el enfrentamiento entre rural y urbano o ecologista y rural. Pero cuando analizas históricamente los espacios de montaña y, en particular los de la montaña cantábrica, te das cuenta de que esos enfrentamientos han existido siempre y de que las políticas en los medios locales, que eran traslación de las políticas nacionales, unas veces eran interesantes y favorables para el medio y las sociedades y otras, por el contrario, eran el modo de cometer los abusos más increíbles, como sucede en la actualidad. Desde mi punto de vista, lo tradicional no es rigurosamente bueno y no hay que mantener todos los aspectos tradicionales de las formas de extraer los recursos, aunque debemos aprender de esas formas de aprovechar los recursos todo lo que sea positivo.
Si analizamos el momento actual, desde el punto de vista forestal, nos encontramos con un momento absolutamente exultante. En muy pocos años lo forestal ha pasado de ser invisible, de no tener ningún peso, de no aparecer prácticamente en ningún medio, a estar constantemente inmerso en una modificación y modernización que son increíbles. Teníamos una Ley de Montes que era de 1956 y que ha pasado toda la segunda parte del siglo XX, con todas las modificaciopromulgación de una nueva Ley de Montes. Al mismo tiempo, se ha planteado la Estrategia Forestal Nacional, el Plan Forestal Nacional, 17 planes forestales regionales, leyes de montes regionales… el tema forestal está absolutamente candente y ha empezado a ser importante dentro de la problemática de las áreas rurales.
Pero lo forestal no afecta exclusivamente a los bosques, puesto que en España, desde siempre, hemos entendido que los espacios forestales eran aquellos que no estaban cultivados, todo aquello que no estaba sometido a la intervención permanente de la acción humana. Los recursos forestales, por lo tanto, se pueden obtener de esos espacios forestales no cultivados que constituyen lo que habitualmente conocemos como el monte y que en la Montaña Cantábrica, en la mayor parte de los casos, son montes comunales o montes que están de alguna forma ligados a la Administración central y, por lo tanto, gestionados desde instancias que se han superpuesto a las instancias locales. Ahí es donde realmente empieza la pugna en el siglo XIX porque se pierden en parte las competencias que los municipios tenían en todo ese espacio, que realmente es la mayor parte del espacio, porque en los municipios de montaña los espacios cultivados son mínimos
respecto a los de monte que, en cambio, constituyen la mayoría. El problema que existe en cuanto a las opciones de futuro y a la gestión de los espacios forestales es que llevamos casi dos siglos con una gestión -porque la gestión ha existido siempre, no es una invención actual- que se realizaba desde fuera, por gente que se suponía preparada, con conocimientos para impedir que se produjera un deterioro excesivo de esos espacios.
Creo que para hablar de opciones de futuro en la gestión de recursos forestales necesitamos, en primer lugar, conocer cuáles son las características del recurso que queremos gestionar. Los recursos forestales son multifuncionales, muy variados, en los que no sólo entra la madera de los árboles, sino también los frutos de los árboles, las resinas, las leñas, los pastos que se producen debajo del bosque, los pastos que se producen en los claros del bosque, la gestión de los pastizales, la gestión de los matorrales, la caza, la pesca… la gestión de los recursos forestales supone la gestión de todo ese espacio rural, si excluimos los pequeños espacios de cultivo. Desde siempre, todo ese espacio que consideramos naturaleza ha estado trasformado, gestionado, modelado y, a veces, degradado por las sociedades humanas. Esas sociedades humanas eran las sociedades rurales que en muchas ocasiones han dejado unas muestras enormes de descontrol con respecto a los recursos que tenían que extraer. A mediados del siglo XIX acaba el régimen antiguo donde los municipios tenían una cierta autonomía para gestionar sus recursos y comienza a sentirse el peso del Estado.  Es en ese momento cuando empiezan las luchas de la Administración central con los poderes locales, que han seguido hasta la actualidad.

opciones de futuro_1Los recursos forestales en todo ese devenir histórico han sido objeto de aprovechamientos muy diferentes. Ha habido periodos en los que lo único que se quería extraer de los medios forestales, lo único que realmente se valoraba, era la madera. Una madera que, además, puntualmente, era requerida para obras que exigían una extracción desmedida. En esos momentos, la Administración, tanto central como la local, no tuvieron ningún problema la mayoría de las veces para deshacerse de esos recursos aún sabiendo que se estaban propasando. Me refiero a los momentos en que se hicieron las obras de infraestructuras del ferrocarril, cuando se necesitaba madera para traviesas en cantidades ingentes -las traviesas eran de roble, cuando se acaba con el roble empieza a utilizarse el pino de calidad y finalmente se hacen de hormigón-. Ese uso, que en algunos casos ha supuesto la degradación total de los ámbitos forestales y en la Montaña Cantábrica tenemos ejemplos paradigmáticos, dejó de tener importancia. Se necesitó entonces madera para las minas, que no tenía que ser de roble, por lo que se hicieron repoblaciones y se plantaron especies que crecen de forma rápida para solucionar el problema. A lo largo del siglo XX, los espacios forestales han vivido una transformación increíble. Afinales del siglo XIX la mayoría de los bosques de las Cordillera Cantábrica -Muniellos entre ellos-, habían quedado convertidos en piltrafas que, en la mayor parte de los casos, habían sufrido unas extracciones enormes.
Sin embargo, los bosques nos proporcionan unos recursos que son renovables y que tienen una capacidad de renovación a medio plazo. Lo que ahora estamos observando es la regeneración de esos espacios una vez que se ha producido la pérdida de presión por parte de las sociedades rurales que, fundamentalmente, eran unas sociedades dedicadas a la ganadería. Como tales sociedades ganaderas, fueron también transformadoras de esos recursos forestales; ampliaron las áreas de pasto frente a los espacios de bosque que ofrecían entonces unas utilidades menos interesantes. Lo que realmente se gestionaba eran las áreas de pasto más que las de bosque.
Si observamos en la Cantábrica, en las partes más altas y más difíciles de acceder, los bosques se han mantenido de una forma mucho más continua, pero en las zonas medias de los valles, la mayor parte del paisaje que se nos ofrece sigue siendo fragoso, con pendientes elevadas, con una energía de relieve muy fuerte, donde las formaciones vegetales que vemos desarrollarse son fundamentalmente matorrales, lugares de pastizal… ¿por qué? ¿es por que ahí no se pueden desarrollar los bosques? No, es por que las sociedades campesinas necesitaban esas áreas para su trastermitancia o los movimientos del ganado que entonces realizaban, algo que exigía un trasiego en esas áreas que produjo esa modificación.
En los momentos actuales, los recursos forestales están como a la expectativa. Desde el punto de vista maderero, nuestro país y la Montaña Cantábrica parece que no ofrecen unas condiciones favorables para competir en el mercado internacional. Desde que estamos en la UE el mercado de la madera está organizado en torno a tres grandes grupos de países: los del norte, los de Europa central y los del sur. Los países del norte son claramente forestales y ponen en el mercado la mayor parte de la madera que utilizamos. Los países de la Europa central, tradicionalmente dotados con unos bosques magníficos, muy transformados a lo largo del siglo XIX y muy productivos, ofrecen una variedad de circunstancias muy grande. Hay países que no tienen prácticamente productos forestales, pero están Alemania, Suiza y Francia, que cuentan con grandes masas y compiten en el mercado. Los países del sur y los mediterráneos formamos un grupo donde las posibilidades de poner esos bosques en producción han sido siempre menores. Hemos considerado que nuestros bosques eran unos espacios mucho más multifuncionales, en comparación con los países del centro de Europa y los del norte. De tal manera que al haber utilizado los bosques como área de pasto, de caza… hemos generado un tipo de estructura que, cuando algunos forestales de centro Europa venían aquí, decían «esto no es un bosque». Incluso en la vertiente norte de la Cordillera Cantábrica decían «esto no es un bosque, es una dehesa». Los árboles tenían tanta separación entre ellos que les parecía algo imposible frente a sus ejércitos de árboles absolutamente alineados, aunque fuesen de especies autóctonas. Alineados, con las distancias perfectamente medidas, para conseguir las productividades máximas en los espacios mínimos. Nuestro país no ofrece, desde el punto de vista de la madera, unas condiciones importantes para competir en el mercado y la llegada de los países del Este ha sido también importantísima respecto a la madera de haya u otras maderas en las que nosotros podríamos tener algo que decir.
Desde hace bastantes años, cuando ha empezado a plantearse a nivel europeo el problema forestal como un problema individualizado -hasta entonces había sido una parte muy accesoria de la problemática agrícola-, cuando han empezado a reunirse las comisiones forestales de Europa y cuando han empezado a plantearse temas específicos, se han atribuido una serie de funciones a los espacios forestales y a cada uno de esos grandes conjuntos de países. El papel que se ha asignado a los países del sur es el de mantenimiento de los bosques fundamentalmente por la enorme biodiversidad que tienen y por la posibilidad que brindan para el desarrollo de actividades educativas, de ocio y científicas. En los presupuestos parece que el fundamento del desarrollo o mantenimiento de los espacios arbolados de nuestro país sea fundamentalmente un mantenimiento para cumplir estas funciones. Parece que nosotros somos el lugar de ocio de Europa; para que ese lugar de ocio sea realmente valorado necesitamos tener una naturaleza lo mejor barrida posible. Los europeos son muy ordenados y nosotros somos consideramos bastante desordenados en nuestros planteamientos. Pero ese desorden no era tal, estaba absolutamente planificado y gestionado. Gracias a ese desorden o a esa multifuncionalidad que han tenido los espacios forestales resulta que ahora la biodiversidad que tenemos en esos espacios es mucho mayor que la que hay en cualquier otro lugar.
Lo que habría que lograr es el mantenimiento de estos espacios, pero tal y como han permanecido hasta ahora. Es decir, unos paisajes rurales que sigan contando con esa diversidad, esa fragmentación, esa serie de corredores ecológicos que suponen los setos, las cortinas de árboles… mantener todo eso implica que sigan existiendo las funciones que tenían los espacios rurales, pero esas funciones han desaparecido. La cuestión en el momento actual está en plantearnos: ¿queremos hacer de los espacios rurales un lugar donde se quede la gente reducida a ser jardineros de la naturaleza o queremos volver a hacer funcionales esos espacios? Ahí es dónde empieza otra vez el debate sobre las posibilidades de la política local, que a mi me parece que son todas, pero una vez conocido todo el entramado de la política europea -que es la que está sosteniendo la mayor parte de las iniciativas- y también el entramado de la política nacional, que desde que empezó a desarrollarse el Estado de las Autonomías ha quedado como mero cajón encargado de hacer las leyes y planteamientos básicos para que después se desarrollen las leyes autonómicas de forma más específica.
Desde el punto de vista de los espacios forestales, en 2003 apareció la nueva Ley de Montes. En esa ley la importancia que se da a la función de conservación de la biodiversidad y a la función de conservación de los bosques como espacios naturales es mucho mayor que la que tenía la ley de 1957, momento en el que prácticamente los bosques estaban bajo mínimos y la labor fundamental de gestión era la repoblación; y a realizar esas repoblaciones es a lo que se dedicó prácticamente la segunda mitad del siglo XX. Unas repoblaciones, por lo general, mal planteadas, con especies que no eran las adecuadas, sin un mantenimiento… era invertir dinero para no llegar a soluciones. Esas repoblaciones pudieron en su momento cumplir un papel, sobre todo cuando industrias como las papeleras eran consideradas industrias básicas nacionales. La Montaña Cantábrica y hasta el País Vasco -desde mi punto de vista- es el ejemplo más paradigmático de lo que fue la transformación de los espacios forestales hasta dar lugar a una auténtica cultura del pino. Todo giraba, cuando el caserío se desmorona, en torno a sacar las mayores producciones a esa especie que había resultado como la media naranja del País Vasco. Lo mismo sucedió en otros lugares con el eucalipto en otros lugares, destinado a otros manejos.
Pero, en cualquier caso, esa política de repoblación se expresaba a través de los planteamientos de la ley de 1957. El hecho de que ahora exista una ley nueva no es casual, las leyes vienen normalmente a remolque de las necesidades de la sociedad y tenemos que estudiar un poco qué es lo que dice esa ley, cuál es el contexto, cual es su estrategia… no sólo hay una Ley de Montes nueva, hay una estrategia nueva, un plan forestal español relacionado con las grandes y ampulosas palabras de sostenibilidad, mantenimiento de la biodiversidad… muchas veces se dice que todo esto no son más que palabras, pero en el fondo van generando un poso y una forma nueva de hacer.

Al mismo tiempo, los inventarios forestales nacionales, -desconocíamos hasta lo que teníamos-, han empezado a ser un elemento de trabajo. Si no conocemos nuestros recursos no los podemos gestionar. Es verdad que desde las universidades las cosas no siempre se hacen bien, pero hay gente que está haciendo que las cosas progresen y hay gente que se dedica, por ejemplo, a contar los árboles. Parece que esas son labores que tienen poco que ver con la gestión, pero que luego son la base del Libro Rojo… una labor básica y fundamental que también es una interesante aportación. Los inventarios forestales han demostrado que en los últimos años los espacios forestales han aumentado en el conjunto del país. Es lógico habida cuenta de que los espacios de cultivo se estaban abandonando, se estaba produciendo la reforestación de las tierras agrarias marginales etc… Pero, aparte de eso, lo que se ha demostrado es que los espacios forestales son un elemento de atención con el que se debe trabajar.
Yo creo que el futuro de la gestión pasa por entender que todas esas fases previas de la gestión de los recursos forestales han tenido sus luces y sus sombras. Además, en esta gestión futura de los recursos forestales creo que hemos aprendido otras cosas: por ejemplo, que una gestión de los recursos forestales que sea individual es una gestión que no puede llevar a nada. En algunos lugares se está abandonado la cabaña con el prado a su alrededor y se está pantando pinos. La parcela está cercada, porque lo estaba el prado, y desaparece con el pinar dentro, pero claro, a veces ir allí a por esos pinos es prácticamente inviable por los costes que conlleva. Por lo tanto, es precisamente en los medios locales y a través sobre todo de las asociaciones como las que representáis como se pueden gestionar las cosas. Es la única vía de trabajo, eso sí, siendo realistas y entendiendo que estamos inmersos en otras megaestructuras.
Ahora mismo, en el desarrollo de las políticas de repoblación que se están haciendo en nuestro país hay que fijarse en el País Vasco porque ellos fueron los de la cultura del pino y los que desarrollaron estrategias de una forma temprana y muy completa. El País Vasco fue en realidad el laboratorio en el que los ingenieros forestales plantearon todas las especies forestales nuevas y las experiencias que se están haciendo han cambiado totalmente de signo. Una importante repoblación introducida en el País Vasco ha sido la del roble americano -una especie con un crecimiento más rápido que los robles y que proporciona madera con unas cualidades interesantesy, entre los robles americanos plantados desde hace 15 años, en los dos últimos años han ido introduciendo haya, de tal manera que van a hacer también formaciones de frondosa mixtas.
En algunos lugares donde existen repoblaciones de coníferas -abeto de Douglas, alerces- con especies que no son de crecimiento rápido, lo que se está haciendo son repoblaciones mixtas.  Por ejemplo, cuando el abeto de Douglas ya está crecido, se introducen hayas entre medias, de tal manera que se logran hayedos abetales como los que hay en el Pirineo, con formaciones naturales que permiten utilizar la madera del abeto una vez que las hayas han crecido.
En Cantabria acaban de elaborar el plan forestal y lo han presentado este año. Tiene sus problemas, pero participa de todas estas cuestiones que estoy señalando. Lo que plantea fundamentalmente es que los espacios forestales cumplan todas las funciones de mantenimiento de la biodiversidad, sostenibilidad, multifuncionalidad etc… todo este conjunto de actuaciones empapan la mayor parte de las transformaciones que se están produciendo en los espacios forestales. En estos momentos, dentro de los ámbitos forestales y dentro de los planteamientos de sacar rendimiento a estos espacios, estamos cambiando totalmente las pautas de comportamiento, cambiando los chips, y tocando teclas para ver qué elementos pueden ser exitosos desde varias perspectivas. Desde la perspectiva de la producción -de tal manera que los rurales puedan tener en estos ámbitos un espacio de trabajo- y desde la óptica de la conservación, la biodiversidad…etc.

opciones de futuro_2También hay que observar que tradicionalmente se han aprovechado los árboles fundamentalmente como frutales, más que para madera, -los nogales, los castaños y los robles eran básicamente árboles frutales y aunque se aprovechaba casi todo, era el fruto lo más estimado-. Si volvemos a pautas de comportamiento de ese tipo, que no implican la desaparición del recurso, sino sólo la extracción de una parte de ese recurso, podemos generar unas rentas más fluidas que cortando la madera, ya que su regeneración tarda unos plazos de tiempo inviables. Existen incluso empresas que están trabajando con estas especies nobles de una forma muy asistida, es decir, que miman a cada árbol como si fuese una col de Bruselas con pedigrí, de tal manera que el suelo es abonado de forma permanente, se realiza en el suelo un riego artificial… hay una serie de aportes externos al sistema que, desde mi punto de vista, harían quebrar todos los planteamientos de sostenibilidad de cualquier sistema. Pero, en cualquier caso, lo que se demuestra es que hay especies mejoradas genéticamente que pueden hacer frente a nuevas demandas.
En la Montaña Cantábrica estamos en una situación privilegiada dentro del conjunto de nuestro país para hacer un buen trabajo en los espacios forestales. Tenemos unas masas arboladas importantísimas con especies que son valoradas. En toda la vertiente norte prácticamente no tenemos coníferas, en la sur sí. Son consecuencia de la lógica hidráulica de la segunda parte del siglo XX -la organización de la vertiente sur en torno al agua y los pantanos obligó a remodelar todo el sistema de gestión de esos espacios- y allí la política de repoblación tuvo una importancia que aquí no ha tenido. Por lo tanto, dentro de la Montaña Cantábrica hay una diversidad de opciones enorme. Esa diversidad de opción debe hacernos ver que hay una complementariedad entre los diversos elementos que configuran la Montaña Cantábrica y las acciones que se realicen en los espacios forestales deben estar coordinadas y planteadas desde el punto de vista de esa complementariedad y no de la conflictividad.
Contamos también con el espacio natural protegido de Picos de Europa. Con todos los problemas que tiene como un espacio protegido que necesita del consenso de varias comunidades autónomas, se configura como una entidad supracomunitaria que nos puede permitir establecer lazos de otro tipo y que, como enlace entre lo que puede ser el espacio atlántico y el mediterráneo, entre distintas comunidades autónomas, entre distintos modos de explotación de esos espacios… estamos en un ámbito con unas capacidades y potencialidades grande. El reto es conseguir que la gente no se marche. Y para que la gente no se marche debe tener asegurada una calidad de vida y un mantenimiento de sus propias economías y es ahí donde hay que buscar los resortes. Creo que los recursos forestales de la Cordillera son uno de los ejemplos más claros a la hora de buscar alternativas.